12 octubre 2009

Reflexiones y recuerdos de otoño


De donde yo vengo no hay otoño, ni primavera, ni invierno, siempre es verano. Allí, de donde yo vengo, dicen que hay verano y también un invierno. Pero yo no lo veo así ahora. Como ya llevo tantos años viviendo lejos de allí y he visto lo que es un verano y un invierno, de verdad, ahora digo que allí sólo hay un verano seco y otro mojado, por decirlo así. En realidad son dos períodos, el seco que es de noviembre a abril, y el de lluvias, de mayo a octubre teniendo en cuenta las actuales alteraciones debido al cambio climático global.
Por eso, las estaciones siempre me han maravillado, y aún lo hacen. Aunque yo podría saltarme el invierno, este de aquí, y no lo echaría de menos. Sí, también es hermoso, pero es muy frío, muy largo y lo que es peor, muy oscuro.
Para mí, las dos estaciones verdaderas son el verano y el invierno, porque son las más largas, no me hacen pensar tanto en el tiempo que pasa, ni en lo que no he hecho o tengo por hacer. Alcanzamos más a vivir sin pensar en que ya tenemos un otoño menos de vida.Y es que es eso lo que me parece triste de las estaciones, que nos están marcando el paso del tiempo sin piedad.
La primavera y el otoño son estaciones a mi juicio, transitorias, todas lo son, claro, pero es que a veces ni nos damos cuenta de éstas, cuando ya estamos de lleno en el verano o en el invierno.
Creo las estaciones ayudan a los jóvenes a pensar que pronto podrán hacerse mayores; un otoño más, y podrán hacer todo lo que ellos planean todo eso que tienen por delante, todo ese mundo que en cierto modo tienen en sus manos.
Para todos no es así, la vida es injusta y cruel, a unos se las va quitando poco a poco, a otros se las arranca de tajazo.
Por eso a mí me llena de melancolía y nostalgia el cambio de cada estación, sin que se me escape la triste belleza del otoño. Tal vez por lo que es tan hermoso y porque siempre habrá hojas secas y amarillas y castañas rojizas, me hace pensar en alguien muy especial a quien yo adoraba y adoraré eternamente; alguien a quien también le encantaba el otoño. Un niño que recogía las hojas secas y amarillas y que me regalaba las hermosas castañas rojizas que siempre traía en sus repletos bolsillos.Niño dulce y eterno miraré este otoño que empieza con tus ojos, recogeré hojas secas y amarillas y me llenaré los bolsillos de tus castañas rojizas.



Canción de otoño de José Luis Perales.

Texto: María Clara Álvarez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Has escrito un texto más bonito Maria Clara...