Ahora que estoy de nuevo en contacto con un niño de tres años en vías de aprender a hablar, (habla ya con una fluidez que no tienen mis alumnos en 5 años de estudios), recuerdo cómo me sorprendía y fascinaba la rapidez, la audacia y la gracia de mi propio niño en ese proceso de aprender no solo una sino dos lenguas, el sueco, de su papá y el español, de mi parte.
Me pasa exactamente lo mismo ahora, solo que esta vez, me toca esforzarme más o a veces acudir a la ayuda de los intérpretes mamá o papá, en este caso, ambos hispanos. Noah, como se llama el niño, asiste a la guardería, lo que significa que también está en contacto con el sueco y por lo tanto, aprendiendo dos lenguas a la vez.
El hecho de que me toque acudir a la ayuda de los padres, lo cual naturalmente no me tocaba hacer a mí, es el que se crea una especie de jerga entre padres e hijos (y de quienes estén en constante contacto con ellos), la cual en muchos de los casos solo ellos pueden comprender.
Pero tampoco es tan fácil, no es que los padres los puedan entender de primera, en realidad, el aprendizaje es simultáneo, a los padres les toca también aprender el habla del niño. Por ejemplo, estaba yo por ahí, y hablaba Noah con su mamá, le contaba no sé qué cosa y ella le seguía.... “ah sí, un ladrón....” No!, decía Noah “un yagón...”
Así sucesivamente unas tres, cuatro veces y él le explicaba más el contexto hasta que ella cae en cuenta “Ahh!! un dragón..” Sí!!!!, dice el feliz, un “yagón”. La mamá ya sabe lo que es un yagón, lo ha aprendido, Noah se lo ha enseñado, y de paso yo, que andaba por ahí.
De ahí en adelante ya la mamá (y yo) le entenderá cada vez que él hable de yagones pero ella le dirá el dragón, los dragones, sin decirle que es IG o que está suspendido, hasta que un día él pueda decir también la palabra dragón correctamente.
Luego, lo estaba yo cuidando mientras se daba un baño, y le veo que tiene algo negruzco en el brazo. Noah, le digo, ¿qué tienes en el brazo, te has raspado? No, me contesta es un
tuajate....... un ¿qué? un tuajate...... ¿un qué? UN TUAJATE!!!(él, muy convencido....yo: ??????? ) luego añadió: “ y ya se me está bollando”.... Menos mal que me dio un contexto, porque no quería preguntarle de nuevo, para no herirle en su amor propio y que se diera cuenta de que no estaba hablando bien o de que yo no le entendía. Ahí caí en cuenta : “Ah, sí claro UN TATUAJE!!!!! y se te está borrando.....”
Yo tenía o tengo aún apuntada por ahí, una lista de palabras que mi hijo usaba, recuerdo que decía “yigo” al cocodrilo......, “yan” al avión, ”flyflan “ en sueco al avión.... y que cuando los abuelos venían, no le entendían ni jota. Sin embargo, no sé cómo harían para hablar Y ENTENDERSE horas por teléfono.....
Hay padres que se quedan por un tiempo en esta etapa, hablando como los hijos, y que en vez de usar los términos correctos, se adaptan al habla del niño y acaban diciendo cosas como: “Mila qué yindo el guauguau, cómo colle”.......No sé si será porque les parece tan gracioso, o porque creerán que el niño no les entiende si dicen: “Mira qué lindo el perro, cómo corre”. Yo espero que sea por ternura de padres y por el primer motivo y no por el segundo, pero sea por la razón que fuere, creo que esos niños, tardarán un poco más en hablar correctamente.
Necesitamos más tiempo con nuestros alumnos. Para aprender una lengua extranjera que no se oye constantemente, que no tienen cómo relacionar a la realidad, sino a punta de reglas y de gramática se necesitan más de tres horas a la semana. Se necesita crear contextos, situaciones donde ellos puedan practicar lo aprendido y corregir, repetir, repetir y repetir mucho, así como los niños, digo yo....
Texto: María Clara Álvarez
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