Si fueras un animal...
¿Por qué?
Su madre soñaba para ella con un feliz matrimonio. Pero Lucía abrigaba en su corazón un propósito distinto: Se había consagrado al Señor con voto perpetuo de virginidad. Siguiendo las enseñanzas del Evangelio, convenció a su madre para vender todo su patrimonio y repartirlo entre los pobres, las viudas y los huérfanos, costumbre que observaban los primeros cristianos. Este gesto era señal evidente de fe cristiana, porque sólo los discípulos de Cristo llegaban al desprecio de los bienes materiales.
Semejante generosidad tan ejemplar para los cristianos de Siracusa, causó estupor entre los paganos Esto fue lo que pensó un joven de alta sociedad, que deseaba ardientemente casarse con Lucía. Ante la negativa de la joven para atender sus deseos, se confirmó en su sospecha de que Lucía fuese cristiana. Así pues decidió denunciarla ante le prefecto de la ciudad para que el peso de los decretos imperiales recayera sobre ella.
Eran tiempos poco tranquilos para los seguidores de Cristo. El emperador Diocleciano en el año 303, decreto la persecución más cruel contra los cristianos que se registrara en la era romana.
Lucía fue presentada ante Pascasio, prefecto de Siracusa, bajo la imputación de ser cristiana. Este le ordenó que sacrificara a los dioses, a lo cual, se negó rotundamente contestando «que los que viven casta y piamente, son templo de Dios y morada del Espíritu Santo». Pascasio se enfureció y ordenó que la llevaran a un prostíbulo, pero ni los soldados ni varios pares de bueyes, lograron moverla del lugar. Acusada de brujería fue condenada a la hoguera, más las llamas que se levantaron no causaron el menor daño a la Santa. Pascasio, sin poder contener la ira, mandó que fuera decapitada. Comprendió Lucía que el momento de confesar a Cristo y morir mártir por El había llegado, se arrodilló para recibir el golpe mortal y un esbirro le cortó la cabeza. Era según la tradición, el 13 de diciembre del 304.
Su cuerpo fue depositado en las catacumbas que llevan su nombre, convirtiéndose enseguida en lugar de numerosas peregrinaciones.
La devoción popular abunda en piadosas leyendas sobre Santa Lucía. La mas famosa cuenta que la Santa se arrancó los ojos y los envió en bandeja de plata al joven que se enamorara de su belleza. Otra, que el poeta Dante Alighieri, curó de una grave enfermedad de la vista, originada por las lágrimas derramadas en la muerte de su amada Beatriz. Por eso habla de Santa Lucía con gratitud en su Divina Comedia.
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Los juegos de cartas se conocen desde la antigüedad, aunque existen varias teorías, se cree que son originarios de china.
Los primeros juegos de cartas de los que se tiene constancia datan del siglo XII. De Oriente pasaron a Europa y en el siglo XV se introdujeron en España.
La primera mención histórica de la que se tiene referencia en España es la del estatuto de Juan I, en 1387, donde se prohibía por primera vez el uso de las cartas. Prohibición que se repetiría en muchas más ocasiones a lo largo de la historia. Desde un principio la Baraja española se dividió en 4 palos: Oros, Copas, Espadas y Bastos. Supuestamente estos símbolos representaban los 4 estamentos en los que se dividía la sociedad feudal: realeza, clero, ejército y pueblo.
La Baraja Española no cuenta con ninguna figura femenina, característica que la hace única en el mundo, así como por el nivel de detalle de sus diseños.
La Baraja Española tuvo varios patrones de diseño simultáneos en el tiempo: El patrón de Cádiz, el de Castilla y el Catalán, aunque sus diferencias eran mínimas
El diseño definitivo fue obra de Augusto Ríus y comercializó Fournier en 1889 y es el que perdura hoy en día aunque con algunas modificaciones.
Para fabricar los naipes se requería de una autorización expresa de la Corona Española, para evitar posibles trampas y engaños, ya que las cartas eran motivo de continuas reyertas
Otra peculiaridad de la Baraja Española es la utilización de las “pintas”, líneas discontinuas en la parte superior e inferior de la carta que indican el palo al que pertenece el naipe y permitía así mantener las cartas a salvo de posibles mirones. Cien años después se añadieron los números y se crearon dos versiones de la baraja. Una numerada del 1 al 7 y del 10 al 12 y otra que inclyue los 8 y los 9, aunque en la mayoría de los juegos de cartas españoles tradicionales no se utilizan.
Los juegos de cartas más populares con la Baraja Española son el mus, el tute, el chinchón, la brisca y el cinquillo.
Fuente del texto: Enforex
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El habla de Asunción y de Paraguay se situarían dentro del español austral guaranítico.
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Costa Rica prolonga algunos de los rasgos lingüísticos más típicos de Centroamérica, aunque también posee algún rasgo fónico y un par de rasgos gramaticales que le dan personalidad frente a otros países vecinos.
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