jueves, 27 de enero de 2022

Relatos: Por escrito gallina una de Julio Cortázar


Con lo que pasa es nosotros exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la paf, y mutación golpe estamos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmo el, carajo qué.

Fuente: https://ciudadseva.com/

miércoles, 26 de enero de 2022

Relatos: El Paraíso era un Autobús de Juan José Millás

 


Él trabajó durante toda su vida en una ferretería del centro. A las ocho y media de la mañana llegaba a la parada del autobús y tomaba el primero, que no tardaba más de diez minutos. Ella trabajó también durante toda su vida en una mercería. Solía coger el autobús tres paradas después de la de él y se bajaba una antes. Debían salir a horas diferentes, pues por las tardes nunca coincidían.
      Jamás se hablaron. Si había asientos libres, se sentaban de manera que cada uno pudiera ver al otro. Cuando el autobús iba lleno, se ponían en la parte de atrás, contemplando la calle y sintiendo cada uno de ellos la cercana presencia del otro.
      Cogían las vacaciones el mismo mes, agosto, de manera que los primeros días de septiembre se miraban con más intensidad que el resto del año. Él solía regresar más moreno que ella, que tenía la piel muy blanca y seguramente algo delicada. Ninguno de ellos llegó a saber jamás cómo era la vida del otro: si estaba casado, si tenía hijos, si era feliz.
      A lo largo de todos aquellos años se fueron lanzando mensajes no verbales sobre los que se podía especular ampliamente. Ella, por ejemplo, cogió la costumbre de llevar en el bolso una novela que a veces leía o fingía leer. A él le pareció eso un síntoma de sensibilidad al que respondió comprándose todos los días el periódico. Lo llevaba abierto por las páginas de internacional, como para sugerir que era un hombre informado y preocupado por los problemas del mundo. Si alguna vez, por la razón que fuera, ella faltaba a esa cita no acordada, él perdía el interés por todo y abandonaba el periódico en un asiento del autobús sin haberlo leído.
      Así, durante una temporada en que ella estuvo enferma, él adelgazó varios kilos y descuidó su aseo personal hasta que le llamaron la atención en la ferretería: alguien que trabajaba con el público tenía la obligación de afeitarse a diario.
      Cuando al fin regresó, los dos parecían unos resucitados: ella, porque había sido operada a vida o muerte de una perforación intestinal de la que no se había quejado para no faltar a la cita; él, porque había enfermado de amor y melancolía. Pero, a los pocos días de volver a verse, ambos ganaron peso y comenzaron a asearse para el otro con el cuidado de antes.

      Por aquellas fechas, él ascendió a encargado de la ferretería y se compró una agenda. Entonces, se sentaba tan cerca como podía de ella, la abría, y con un bolígrafo hacía complicadas anotaciones que sugerían muchos compromisos. Además, comenzó a llevar corbata, lo que obligó a ella, que siempre había ido muy arreglada, a cuidar más los complementos de sus vestidos. En aquella época ya no eran jóvenes, pero ella comenzó a ponerse unos pendientes muy grandes y algo llamativos que a él le volvían loco de deseo. La pasión, en lugar de disminuir con los años, crecía alimentada por el silencio y la falta de datos que cada uno tenía sobre el otro.
      Pasaron otoños, primaveras, inviernos. A veces llovía y el viento aplastaba las gotas de lluvia contra los cristales del autobús, difuminando el paisaje urbano. Entonces, él imaginaba que el autobús era la casa de los dos. Había hecho unas divisiones imaginarias para colocar la cocina, el dormitorio de ellos, el cuarto de baño. E imaginaba una vida feliz: ellos vivían en el autobús, que no paraba de dar vueltas alrededor de la ciudad, y la lluvia o la niebla los protegía de las miradas de los de afuera. No había navidades, ni veranos, ni semanas santas. Todo el tiempo llovía y ellos viajaban solos, eternamente, sin hablarse, sin saber nada de si mismos. Abrazados.

      Así fueron haciéndose mayores, envejeciendo sin dejar de mirarse. Y cuanto más mayores eran, más se amaban; y cuanto más se amaban más dificultades tenían para acercarse el uno al otro.
      Y un día a él le dijeron que tenía que jubilarse y no lo entendió, pero de todas formas le hicieron los papeles y le rogaron que no volviera por la ferretería. Durante algún tiempo, siguió tomando el autobús a la hora de siempre, hasta que llegó al punto de no poder justificar frente a su mujer esas raras salidas.
      De todos modos, a los pocos meses también ella se jubiló y el autobús dejó de ser su casa.
      Ambos fueron languideciéndose por separado. Él murió a los tres años de jubilarse y ella murió unos meses después. Casualmente fueron enterrados en dos nichos contiguos, donde seguramente cada uno siente la cercanía del otro y sueñan que el paraíso es un autobús sin paradas.

martes, 25 de enero de 2022

Relatos: El móvil de Juan José Millás



 El móvil

El tipo que desayunaba a mi lado en el bar olvidó un teléfono móvil debajo de la barra. Corrí tras él, pero cuando alcancé la calle había desaparecido. Di un par de vueltas con el aparato en la mano por los alrededores y finalmente lo guardé en el bolsillo y me metí en el autobús. A la altura de Cartagena comenzó a sonar. Por mi gusto no habría descolgado, pero la gente me miraba, así que lo saqué con naturalidad y atendí la llamada.

Una voz de mujer, al otro lado, preguntó: "¿Dónde estás?". "En el autobús", dije. "¿En el autobús? ¿Y qué haces en el autobús?". "Voy a la oficina". La mujer se echó a llorar como si le hubiera dicho algo horrible, y colgó.                                         

Guardé el aparato en el bolsillo de la chaqueta y perdí la mirada en el vacío. A la altura de María de Molina con Velázquez volvió a sonar. Era de nuevo la mujer. Aún lloraba. "Seguirás en el autobús, ¿no?, dijo con voz incrédula. "Sí", respondí. Imaginé que me hablaba desde una cama con las sábanas negras, de seda, y que ella vestía un camisón blanco con encajes. Al enjugarse las lágrimas, se deslizó el tirante del hombro derecho y yo me excité mucho sin que nadie se diera cuenta. Una mujer tosió a mi lado. "¿Con quién estás?", preguntó angustiada. "Con nadie", dije. "¿Y esa tos?". "Es de una pasajera del autobús". Tras unos segundos, añadió con voz firme: "Me voy a suicidar; si no me das alguna esperanza me mato ahora mismo".

Miré a mi alrededor; todo el mundo estaba pendiente de mí, así que no sabía qué hacer. "Te quiero", dije y colgué.

Dos calles más allá sonó otra vez. "¿Eres tú el imbécil que anda jugando con mi móvil?", preguntó una voz masculina. "Sí", dije tragando saliva."¿Y piensas devolvérmelo?". "No", respondí. Al poco nos dejaron sin línea, pero yo lo llevo siempre en el bolsillo por si ella volviera a telefonear.

fin

lunes, 24 de enero de 2022

El Quiz 2 Primavera 2022

 


¡El Quiz 2! 

Esta semana en el quiz... 

- tensión entre Rusia y los Estados Unidos, 
- Boris Johnson, 
- los afrolatinoamericanos, 
- la Feria del Turismo FITUR, 
- el precio de la electricidad, 
- Microsoft, "Aquí no se habla de Bruno" y ¡mucho más!

¡No te lo pierdas!

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Precios

viernes, 21 de enero de 2022

Música Ligera - Ana Mena

 


Si una orquesta tuviese que hablar de los dos
Sería más fácil cantarte un adiós
Hacernos adultos sería un crescendo
De un violín letal
El tambor anuncia un mal temporal
Y perdemos armonía
Ponme algo de música ligera
Porque me siento ausente
Que sea ligerísima
Palabras sin más misterio
Y alegres solo un poco
Ponme algo de música ligera
A este silencio inquietante
Para escapar de este pozo de dolor
Que nos arrastra a los dos y no queremos
Si bastase un concierto o una simple canción
Para ver una flor nacer entre tanta ruina
A Dios pediría
Que calmase un poco este temporal
Aunque de nada valdría
Ponme algo de música ligera
Porque me siento ausente
Que sea ligerísima
Palabras sin más misterio
Y alegres solo un poco
Ponme algo de música ligera
A este silencio inquietante
Para escapar de este pozo de dolor
Que nos arrastra a los dos y no
La música de fondo
En los supermercados
La canta tu vecina
En la cola del paro
Le escucha el mileurista
La gente es como ese martillo
Dentro de tu cabeza
Entra en tu pensamiento
Sin darte apenas cuenta
Qué es lo que estás haciendo
En esta fiesta de mierda
Y piensas que se escapa tu vida
Y ya nos da indiferencia
No pensamos en nadie
Ponme algo de música ligera
Ponme algo de música ligera
Ponme algo de música, ponme algo de música
Ponme algo de música ligera
Ponme algo de música ligera
Porque me siento ausente
Que sea ligerísima
Palabras sin más misterio
Y alegres solo un poco
Ponme algo de música ligera
A este silencio inquietante
Para escapar de este pozo de dolor
Que nos arrastra a los dos y no queremos
Fuente: LyricFind
Autores de la canción: Ana Mena / Antonio Di Martino / Bruno Nicolas / David Augustave / José Luis De La Peña Mira / Lorenzo Urciullo

lunes, 10 de enero de 2022

¡Vuelve El Quiz!

 


¡El Quiz está de vuelta después de la Navidad! 

Esta semana empezamos el semestre de primavera con un quiz lleno de noticias y actualidad. 
En él encontrarás noticias sobre:
- la persona más influyente del año, 
- la variante ómicron, 
- los Reyes Magos, 
- las olimpiadas de invierno y el balón de oro, 
- problemas con los coches eléctricos, 
- el colombiano Sebastián Yatra y ¡mucho más!

¡No te lo pierdas!

Para más información y suscripciones aquí.

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