lunes, 16 de febrero de 2009

Los Sueños de María Clara

Reflexiones de María Clara
Soñar o malsoñar…soñar o pesadillar…

¡Despierta, despierta! tienes una pesadilla. Ahhh, es que estaba soñando que…..
¿Por qué no diremos pesadillar? ¿O malsoñar? Yo pesadillo, tú pesadillas, él pesadilla, nosotros pesadillamos…o, yo malsueño, tú malsueñas, él malsueña, nosotros malsoñamos…
¡Caray! Un par de verbos más para la lista de mis alumnos, el uno regular, el otro con diptongo. Que me perdonen.
Anoche malsoñé (sinónimo: pesadillé) que yo me había muerto. A pesar de que los libros sobre la interpretación de los sueños siempre me defraudan, no dejo de abrirlos cada vez que tengo un nuevo y extraño sueño. Una vez más, decepción. Pero claro, he llegado a la conclusión de que los mejores intérpretes de nuestros sueños, somos nosotros mismos. Primero, porque nadie nos conoce mejor que nosotros mismos y segundo, porque (por el mismo motivo que soy escéptica ante los horóscopos) es ilógico e irreal verter tu vida, única y exclusiva, en un molde que le encaje a millones de individuos, además, todos diferentes. Lo siento, el número tres es bueno pero no encuentro un tercer motivo.

Las pesadillas (sinónimo: malsueños) al igual que los sueños han sido motivo y tema de gran relevancia a través de la historia. Ya en la Biblia se habla de la interpretación de los sueños y la oniromancia ha sido practicada en muchas culturas. Muchos reyes, sacerdotes y personajes históricos (¡aquí encontré tres!) no se atrevían a dar un paso sin antes obtener una interpretación de sus sueños o malsueños.
Esas pesadillas o malsueños en los cuales no nos sale la voz cuando queremos gritar o estamos como pegados al piso y no nos podemos levantar y salir corriendo cuando estamos en peligro, que por mi parte eran mucho más frecuentes en la niñez, eran un misterio para mí. Ahora en cambio lo comprendo, es la sabia naturaleza que lo ha hecho así. Se imaginan si cada vez que una familia de diez o quince personas, más los posibles huéspedes y servidumbre tuvieran pesadillas o malsueños de este calibre, (por no contar a los vecinos) ¿cómo serían las noches? No habría alma que pudiese pegar el ojo y quién sabe cuántos ataques cardíacos al despertarte a punta de horrendos chillidos desgarradores. Luego, nos estaríamos dando golpes en la oscuridad, de poder despegarnos del malsueño, o chocándonos los unos con los otros. El resultado sería como mínimo, que andaríamos todos como sonámbulos a causa de la falta de sueño y hasta preferiríamos el miedo y los gritos de la vida real, ya que no nos despertarían de semejante susto. En resumidas cuentas, viviríamos como sonámbulos despiertos de día y como despiertos sonámbulos de noche.

María Clara Álvarez es profesora de español en la Escuela de Ryd y en el Instituto de Västerhöjd en Skövde.

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