lunes, 13 de abril de 2009

”Volver”… con Rikard Wolff

Asistí el domingo 5 de abril a una magnífica función en el teatro de Skövde sobre el Tango argentino, no sólo por la voz de Wolff, que se presta para una muy buena interpretación de este tipo de canto sino por la sutil forma de entrelazar recuerdos, experiencias y relatos de su propia vida con las canciones de Gardel. De una manera muy natural y abierta nos hizo Rikard cómplices de sucesos de su niñez, de sus primeros pinitos amorosos, de su despertar sexual…
Comenzó con el relato del trágico accidente aéreo que causó la muerte de Gardel ante miles de admiradores allí presentes, en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera de la ciudad de Medellín, Colombia, que acudían para vitorear y despedir al rey del tango después de su gira por Latinoamérica. Ese día, 24 de junio de 1935, Carlos Gardel, junto con Alfredo Le Pera y algunos de sus músicos, perdió la vida cuando dos aeroplanos a punto de despegar chocaron, causando gran espanto y tristeza, ante la multitud allí presente. Cada vez que en Colombia se oía un tango se hablaba de ese incidente, así lo oí de mi abuela, de mis tíos, de mis padres…No sé si aún suceda o si ya no se cuenta la historia, pero de ese modo me enteré yo, ya de niña.
Carlos Gardel, cantante y compositor de tangos, considerado el tanguero más importante de la primera mitad del siglo XX, grabó no solamente tangos, sino música folclórica como milongas, zambas, rancheras y hasta canciones tradicionales en francés e italiano.
En toda América Latina, el verso de su tango ”Volver” se convirtió en un refrán famoso:
”veinte años no es nada”.
A pesar de la buena interpretación de esta canción, y de estar oyendo a Rikard Wolff, oía dentro de mí la letra de Alfredo Le Pera en español:
Volver…
con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir…
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada,
errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir…
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez…

Creo que la música es universal, que no tiene fronteras, que une pueblos y enemigos, pero que siempre nos va a llegar a lo más profundo de nuestro ser cuando la escuchamos en la lengua en que fuimos criados,en nuestra lengua materna. Por eso, cuando Wolff cantó la versión de La Foule de Edith Piaff en español, se sintió aún más…
Hizo contacto con el público pudimos disfrutar de un repertorio variado, y bien escogido, con canciones (traducidas por Mikael Wiehe) como La cumparsita, Volver, Mi Buenos Aires querido, Pojken på månen,entre otras.
Además, me hizo pensar el comentario del artista sobre el pánico o la angustia que siente aún hoy día, a pesar de haber pasado ya quince años de la venta de la casa de los veranos de su niñez, esa angustia al enterarse de que la casa se iba a vender. El lugar de tantos recuerdos, de tantas experiencias vividas…
Hay algún suceso en nuestras vidas que nos marca de esa manera, para siempre, algo que a pesar de que ya ha sucedido, es como si sin embargo no hubiera pasado aún y vivimos con ese constante temor de que vaya a pasar, y volvemos a sentir una y otra vez ese pánico, esa angustia, ese dolor…
En resumidas cuentas, una velada llena de emociones.
Texto: María Clara Álvarez

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